domingo, 10 de agosto de 2014

Depresión Post-mundialista de un Pájaro de Fuego

Hoy es domingo 10 de agosto, el mundial de ultimate en Lecco ha llegado a su fin no solo por calendario sino por un par de tormentas con viento y granizo que se encargaron de destruir lo que durante una semana fue utilizado como refugio.
Esta mañana me embarga la depresión post-mundialista que es infinitamente mayor a la depresión de lunes después de cada torneo que jugamos en México.
A diferencia de la depresión que los ataca a ustedes, lectores no ultimateros, la depresión post-torneo de ultimate es una de las mejores cosas que le pueden pasar a un jugador de Ultimate ya que a partir de hoy y durante varios meses mi equipo y yo nos encargaremos de recordar una y otra vez los imborrables momentos que compartimos dentro y fuera del terreno de juego, en un país distinto a lado de cientos de seres humanos que comparten una pasión indescriptible.
Me quedaré corto escribiendo esta reseña pero me gustaría compartir un poquito de los ingredientes que hicieron de esta experiencia, una de las mejores en mi vida.

Preparación: En esta ocasión, nuestro equipo venía preparádose para este evento hace más de 18 meses y una vez conseguido el título en 2013, tuvimos 6 meses del entrenamiento más exigente al que hemos estado sujetos. Se hizo una planeación que se logró seguir casi al pie de la letra y los resultados en nuestra forma física se hicieron presentes durante los 8 partidos que jugamos. Gracias a Pablito, nuestro preparador físico,  siempre pudimos correr a la par de los demás y nuestra recuperación física como equipo fue muy buena.

Compromiso: Debo reconocer que nunca antes vi a mi equipo tan comprometido con una meta y me llena de orgullo y satisfacción saber que todos y cada uno de los Fénix portamos con orgullo en nuestros pechos mucho más que un ave de fuego. Ver a mis compañeros de equipo jugando, apoyando, cantando, aplaudiendo y sonriendo ha sido una gran satisfacción.

Espíritu de Juego: Quedamos en 11 de 48 en cuanto a calificación de Espíritu de Juego y creo que los demás equipos pudieron disfrutar ese ambiente favorable con el que se desenvolvían todos nuestros partidos. Siempre hubo respeto dentro del equipo y hacia los rivales. La búsqueda del triunfo nunca empañó la buena conducta y me voy muy contento con el resultado y la forma de conseguirlo.

Dormitorios: Previo a la llegada al torneo ya se nos había advertido que los dormitorios del torneo no eran lo que esperábamos y bueno, poco fue lo que se pudo hacer para mejorar las condiciones de los mismos, pero algo en lo que podíamos enteramente trabajar era en la actitud con la que enfrentaríamos las dificultades y el incumplimiento de expectativas.
Al final de todo, la mayoría de nosotros tomamos las cosas con filosofía y nos dedicamos a ver el lado bueno.
Quedarán en el recuerdo los baños estilo japonés (en Italia) en donde literalmente tienes que hacer de aguilita, la falta de papel y presión en algunas regaderas, el pasto que crecía dentro de los cuartos, los catres que se rompían si no aplicabas la presión correcta al recostarte, los desayunos a las 6:30 de la mañana, el refrescante chapuzón en el Lago di Lecco, las visitas al supermercado cercano, las retas de ultimate en lodo el día en que se suspendieron los juegos, los juegos de spikeball, la reta de fútbol de mexicanos y la imagen de 30 personas paradas afuera de la antena de internet por WiFi en la zona de dormitorios VIP.
En nuestra zona, Fénix se hizo de una centro de control bautizado como Tenochtitlán y en donde compartían ronquidos 4 integrantes de la legión Chernobyl (Solares, Pelón, Mini, Zeleny). Este fue el lugar de las juntas de equipo, avisos parroquiales y preparación para la fuesta.
Los dormitorios dejaron muchas historias de las cuales algunas se mantendrán ocultas y otras tantas serán motivo de brindis ya estando de vuelta en México.

El torneo: Con casi 4,000 jugadores de ultimate en un mismo lugar, me imagino que es una locura el tema de logística, y más allá de las múltiples fallas que tuvo la organización, me voy a enfocar en lo maravilloso que trae consigo un evento de tales dimensiones.
Hubo 34 campos para jugar el torneo, todos con su buena dosis de lodo para amortiguar los cientos de aterrizajes de jugadores de 40 países del mundo.
Dirigirse a cualquier lugar era una explosión de ultimate a 360 grados, en un campo jugaba Revolver de San Francisco, USA, en otro jugaba Bravo de Denver, USA, a un lado jugaban los japoneses de Buzz Bullets y un campo más adelante jugaban los intensos colombianos de Comunidad del Oso. Los mejores equipos y jugadores del mundo daban cátedra de técnica, estrategia y mentalidad.
El disco volaba por 10 horas ininterrumpidas cada día y nunca pude realmente tomarme una buena siesta en los horarios de descanso porque quería seguir viendo, escuchando, respirando, comiendo y sintiendo Ultimate.
El área común tenía la un módulo de informes, una enfermería, una zona de masajes, la tienda de productos oficiales de torneo, el enorme comedor, una zona de venta de helados, raspados, pizza, cervezas, botanas, sandwiches y café, también tenía sofás con moscas vigilantes para los intentos de descanso, un pequeño escenario con grupos de rock, violines y chicas con body painting. Esta área común tenía a un lado el campo de juego en donde se transmitían los partidos por internet y contaba con gradas y stands al aire libre. Ahí pude ver un juegazo entre Ironside de Estados Unidos y los Buzz Bullets de Japón en donde casi mil personas estuvimos al filo de la butaca al definirse el partido en Universe Point (gol gana).
Ver pasar a gente de todas las razas, de ambos sexos y de un rango de edad entre los 18 y 50 años en sus uniformes era siempre una sensación placentera.
Sin necesidad de cruzar palabras con cientos de personas, podía notar que ellos también estaban viviendo su sueño ultimatero y eso me bastó para ser feliz y estar agradecido con la experiencia que estaba viviendo.
Fue mi tercer mundial de ultimate y el segundo para Fénix como club y creanme que todos quedamos con ganas de más Ultimate.

Fénix en el campo: Jugamos 8 partidos, ganamos 2, dejamos de ganar 2 más y perdimos 4 por distintos motivos. Las derrotas nos dieron lecciones muy fuertes y estamos ansiosos por regresar a entrenar y trabajar muchisímo para mejorar.
Hubo grandes jugadas tanto a la ofensa como a la defensa y ensuciamos el uniforme como nunca antes al grado de reconsiderar si seguir usando short blanco como parte de la indumentaria.
Una muy buena noticia es que no hubo ninguna lesión de gravedad con nuestros jugadores y solo se presentó un esguince, un tirón y un golpe en la mandíbula producto de un choque con un ofensivo que esperamos sanen en cuestión de semanas.

La fiesta del torneo: A pesar de no ser un requisito, nuestro equipo decidió contar con un tema para la fiesta del torneo y así fue como todos llegamos enmascarados en bloque y al son de la música de Los Angeles Azules y sus 17 años hicimos nuestra entrada triunfal y aplaudida por todos inyectando más energía a la prendida pachanga que animaba un grupo local llamado SussyQ que interpretaba excelentemente los éxitos electro/pop mundialmente conocidos del momento.
Fue increíble la energía con la que todos los Fénix brincamos y bailamos y la forma de generar lazos más estrechos fuera del campo de juego.

Ahora nos toca seguir adelante, utilizar esta depresión para regresar recargados a México y con la motivación de superarnos no solo en nuestro juego, sino también en nuestra forma de comprometernos con los sueños que buscamos cumplir.


Muchas gracias Fénix, muchas gracias hermanos